Cornudella de Baliera, ¿camposanto prehistórico entre quejigos y musgo?
por Pedro Solana

¡Vaya lugar increíble hemos visitado este sábado 12 de abril los entusiastas de la Marcha Nórdica MAB!.
Por cierto… lo increíble quizá sea el calor humano que eleva la temperatura de un grupo en el que cada día se ven caras nuevas y a cuál más amistosa, más amigable, más entrañable…
Nada más comenzar a clavar bastones desapareció la pista y penetramos en un inmenso bosque que como dice el dicho, era imposible observar por haber “tantísimos árboles”. Era como un cordal de sierra elevado en medio de un anchísimo valle; nos vimos caminando sobre una alfombra de hojas muertas y sin apenas luz a pesar de estar los quejigos totalmente desnudos, poco a poco entrábamos en esta especie de lugar sagrado en el que reina la paz, quizá brindando descanso a quienes fueron enterrados en los túmulos pétreos en forma de dólmenes y menhires. Hasta cuatro pudimos observar. Sin duda era un lugar en el que descansar en paz para aquellos pobladores de hace 4000 años que a comienzos del neolítico igual cazaban, pintaban abrigos rupestres que se asentaban junto a sus cultivos escogiendo muy bien el lugar en el que yacer para siempre.

Cierto es que caminar por el bosque relaja, tranquiliza, pero en nuestro caso estábamos excitados y no dejábamos de conversar acalorados por tan buena temperatura y tan buen ánimo.
Cada piedra, cada tronco aparecían cubiertos de un musgo acolchado en su lado norte; en mi opinión, la altitud, el frío, la humedad y la falta de luz se convertían en factores necesarios para reverdecer esa vestidura aterciopelada de musgo y líquenes.
No lo podíamos creer, cada día descubrimos paisajes más genuinos. Nuria y Leles escogieron otro rincón tan preciosos como siempre, o quizás aún más….

Al salir de este cordal mágico volvimos nuestros pasos a una pista en la que aplicar las técnicas de la marcha con bastones pero no… de nuevo la dicharachera conversación distraía nuestros pasos hasta que Leles con voz amable pero diligente nos animaba a caminar con corrección.
Hubo un momento para reponer fuerzas contemplando una airosa torre románica que se mantiene erguida como una flecha mientras a sus pies, aquella hermosa iglesia con crucero y capillas laterales yace en ruinas desde hace mucho tiempo.
El vacío de estas tierras se siente y desalienta pero conforme volvíamos a nuestro punto de partida encontrábamos el paisaje salpicado de bellas y coquetas casitas. Su cuidado aspecto atestiguaba el buen gusto de quienes eligen lugares así para levantar su particular jardín del edén.
¿Qué barbaridad! se ha pasado la mañana y los 11 kilómetros en un bolero.
Ya quedan pocas personas del grupo con las que intercambiar aunque sólo sea una sonrisa.
¡Vivan los sábados que alimentan el amor por las montañas!
¿Se puede conseguir más con menos…?

¡Lo intentaremos el sábado 26 en el castillo de Montearagón!. ¡Estáis todos invitados!!!!